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Diario El Mundo | “La Fundación se dedica a poner lo que falta”

22/11/2018

La Fundación Universitaria de Las Palmas nació para conseguir un centro universitario en la isla. Hoy día, 36 años después, su trabajo consiste en acercar a los recién graduados a las empresas para que la brecha que separa estos dos sectores se vaya acortando día a día. Carlos Estévez, presidente de la Fundación, nos cuenta cómo lo hacen.

La Fundación Universitaria de Las Palmas tiene un funcionamiento distinto al de la mayoría de las fundaciones universitarias, ¿qué la hace diferente?

Sus cimientos ya son distintos, ya que es de naturaleza privada aunque su origen sea popular. Nació cuando aún no existía universidad en Las Palmas, con el empeño de mantener vivos los ecos de una gran manifestación popular que tuvo lugar en 1982 y que exigía dotar a la isla de universidad.

Las causas de su origen y su naturaleza hicieron que, en su Patronato, compuesto por más de 80 miembros, figuren toda clase de estamentos: culturales, académicos, sociales, institucionales y económicos.

Todo esto ha permitido que nuestro modelo de organización aporte una gran versatilidad y capacidad para adaptarnos a las necesidades de cada momento. Curiosamente, esta flexibilidad para transformarnos nos ha permitido seguir fieles, 36 años después, a nuestro propósito fundacional, que no es otro que el fomento de la educación superior como servicio público para que contribuya a la prosperidad de nuestra tierra mediante el desarrollo personal de los individuos.

¿De qué se ocupa actualmente la Fundación?

La fundación se ocupa de algo tan simple, y tan necesario, como de poner lo que falta. Es decir, vivimos entre dos mundos que se rozan muy poco: la universidad y los empleadores. Por el bien de los universitarios, pretendemos que se junten más. Y para conseguirlo, nosotros ponemos lo que falta: programas de aprovechamiento mutuo.

¿Qué quiere decir con programas de aprovechamiento mutuo?

Es la evolución natural entre dos mundos, universidad y empleadores, que se tocan tangencialmente en un solo punto, hacia un espacio en el que actúan como dos circunferencias secantes cortadas por dos puntos; y en ese espacio intermedio han de surgir con prevalencia los futuros intereses laborales de los estudiantes y graduados.

¿Podría poner un ejemplo de este aprovechamiento?

Un buen ejemplo es el programa Mentour, una iniciativa puesta en marcha mediante un acuerdo con la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y empresas del sector hotelero, cuyo coste lo asume la Fundación Universitaria con ayuda de financiadores locales. En este programa, estudiantes del Grado en Turismo, paralelamente a su formación formal, adquieren competencias y experiencias prácticas que mejoran sus capacidades profesionales a través de un itinerario de prácticas que ha sido previamente diseñado voluntariamente entre la empresa y la universidad. En su primera edición, que pusimos en marcha el pasado curso universitario, los alumnos participantes valoraron con un 4,38 sobre 5 su estancia en las empresas. Justamente ahora comienza la segunda edición y son un total de 23 jóvenes que realizarán periodos de prácticas durante sus vacaciones de Navidad y verano, en diferentes empresas hoteleras de la isla. La Fundación ha actuado como un engranaje para facilitar la mejora de la empleabilidad de los jóvenes graduados. Es una manera, hasta ahora inexplorada, de formación dual real de la mano de los propios empleadores.

Y la idea de internacionalización de las universidades españolas, ¿aporta beneficios a nuestros universitarios?

Por supuesto que sí. No obstante, hemos de ser cautelosos para que el universalismo –atributo conceptual de la universidad– ahora llamado globalización, no desatienda la obligación de las universidades de adecuarse a las necesidades y preocupaciones sociales de su entorno.

Vivimos en un Estado que se ha legitimado como proveedor de servicios, hasta el punto de que los sacrificios que se exigen a los ciudadanos se justifican a cambio de una oferta creciente de servicios. En este contexto, la legitimación social de la Universidad se basa en ser percibida como un eficiente servicio público que, financiado localmente y bajo el criterio de igualdad de oportunidades, estimule el desarrollo regional. Al mismo tiempo, también se le pide que sea capaz de contribuir a la eliminación de ciertas brechas sociales que la ciudadanía siempre percibe como brechas locales.

¿Cree que los graduados universitarios españoles están bien formados?

Desde luego que sí. Los déficits que notamos no están en la formación académica, sino en las competencias personales, sociales y de empleabilidad. Con solo añadir éstas, la sociedad se proveerá de individuos que serán excelentes personas, ciudadanos y profesionales. Pero no lo podemos hacer de manera aislada, debemos hacerlo todo a la vez.

A un recién titulado se le hace muy difícil tener su primera experiencia laboral. ¿La Fundación ha tenido en cuenta este momento crítico?

Sin duda. Somos conscientes de que un alto porcentaje de jóvenes que ha conseguido su grado, tiene muy difícil su posterior inserción laboral; pero no por la falta de experiencia, sino por la ausencia de formación en competencias para el empleo. Y aquí interviene nuestro Programa de Formación Dual Inserta, que se adapta a la primera experiencia empresarial del joven y está proyectado para que vislumbre, y casi toque, su futura empleabilidad, participando la empresa de acogida, desde el principio, en el diseño del itinerario formativo, y cambiando el entorno de aprendizaje desde el aula a la empresa. La utilidad de esta iniciativa se ve reflejada en que, de los 500 individuos que participan anualmente en estas experiencias de formación no formal, su porcentaje de inserción laboral posterior está en torno al 65%.

En síntesis, este programa, a diferencia del antes mencionado Programa Mentour, que se dirigía a los alumnos desde el primer curso de su carrera, se ha diseñado para los egresados, compartiendo ambos los principios de aprovechamiento mutuo entre Universidad, empleadores e individuos, siempre de forma voluntaria.

Para conseguirlo, solo faltaba poner algo: consenso, voluntariedad e impaciencia.